miércoles, 2 de marzo de 2011

REFLEXIÓN SOBRE: “LA VIRGEN DE LOS SICARIOS”


La virgen de los sicarios, es un libro escrito por el autor colombiano Fernando Vallejo, el cual luego fue adaptado para cine por el director francés Barbet Schroeder; ambos cuentan con un sentido estético fino y esmerado, por tanto trataremos de ver sus relaciones estructurales junto al tema y el tratamiento de este en relación con obras universales.

Lo primero que se puede notar al leer el libro de Vallejo es que su relato no tiene una narración lineal, en la película si lo es. Vallejo que es narrador y protagonista entra al apartamento de su amigo sin haber recordado el globo o su experiencia con el abuelo; y aunque el libro no se detiene en el encuentro o la conversación con Alexis, la película se vale de este personaje para exponer las ideas de Vallejo con respecto a la vida y al país. También nos muestra el libro de manera anticipada el final de Alexis, que en la película es un punto de giro en la continuidad de la trama.

ya desde las primeras páginas, quizá líneas vemos la ternura y esperanza que Alexis despierta en el cansado Vallejo, aunque se trata de una relación homosexual y de edades no tradicionales encontramos una sinceridad en el tono que el autor elige, que no es forzado, ya que podría ir más allá de lo físico y esconderse en una necesidad de legado y acompañamiento al infierno.

El recorrido por iglesias y templos que en la película, se ve como una romería constante, que en el libro tiene lugar en diferentes momentos de la narración, o interrumpidos por recuerdos o discursos de índole existencial por parte de Vallejo, nos remite hacia un viaje conocido por muchos, en el que dos hombres de edades lejanas caminan por los lugares que atormentan la mente de los hombres, iniciando con el infierno cuya puerta invita a abandonar toda esperanza, por supuesto esta mención es sobre Dante y Virgilio quien guía al joven en un viaje por la oscuridad y el dolor, quien no podría ver en cada calle, en cada transeúnte que encuentran en su camino la imagen de un infierno.


Esta sería la primera comparación con unos personajes universales, Vallejo guía al joven por el infierno tratando de mostrarle desde una posición de maestro como la felicidad ya no existe, que él no acedera a ella porque su generación esta imposibilitada para la felicidad, dado que no la han visto nunca, quiere salvarlo sacarlo hasta la otra orilla, llevarlo hasta el purgatorio al menos ya que el cielo a ambos les está vedado.

De nuevo, deteniéndonos en la linealidad del relato, vemos como la descripción del primer encuentro sexual con Alexis el narrador en el libro disemina detalles sobre el cuerpo del joven y sus adornos religiosos (escapularios, cicatrices y tatuajes) en diferentes momentos y paginas como una especie de recuerdo que vuelve al presente su relato, sacándolo de sus incontables elipsis, y al mismo tiempo le brinda al lector una sensación de pérdida compartida por saber ya de la muerte del joven.

Por supuesto los hechos son muy similares, aunque el momento de su aparición varié, en las primeras páginas al igual que con los diálogos la adaptación se apega mucho al texto. Por supuesto por más apegados que sean los hechos y acciones, en el libro nos perderíamos delicias de la prosa de Vallejo, como el juego con Rufino José Cuervo en las paginas veinte y veintiuno que ejemplifican un poco el conocimiento de Vallejo en lingüística.

Claro está que no dejamos por tanto de ver en las imágenes que ofrece la película las posibilidades de otro magnifico arte; cuando la peregrinación que inician Vallejo y Alexis inicia, podemos ver aquel tiempo que el director parece querer mostrarnos desde su visión, una Latinoamérica que parece estar viviendo su época medieval, oscurantista donde dios reina pero es un dios “gonorrea” como lo sentencia Vallejo-personaje sin titubeos, con pruebas irrefutables a la vista; lo cual no permite el libro pues allí el joven hace que su pretendido maestro salga a la calle en una romería por las iglesias solo, arto del ruido que él llama música.





Finalmente, no estoy de acuerdo con llamar brutal la prosa de Fernando Vallejo que sería como llamar brutal la sinceridad del espíritu de Adriano el emperador que descubrió Marguerite Yourcenar, sería como acusar de brutal un anciano que quiere decirle al mundo que: “... he llegado a la edad en que la vida, para cualquier hombre, es una derrota aceptada. Decir que mis días están contados no tiene sentido; así fue siempre; así es para todos.”, tal seria el error, al no ver a un hombre mayor que descubre el amor cuando se encuentra cansado de la podredumbre de la sociedad y está listo para lo único sincero el amor; pero no cualquier amor este al igual que el de el emperador es el amor de un admirador, un aprendiz que como Antínoo se va muy pronto dando el último golpe, incluso se puede afirmar que el libro y la película narran un amor épico, del que Vallejo no duda en excluir a las mujeres, seguro cree como un griego que el amor de un hombre solo se puede entregar a otro...en fin que lo atropelle un tren y se lo coma un tigre por esa idea.




DAYANNE SOFÍA LEÓN CARBALLO.
CINE Y LITERATURA.

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